martes, 28 de octubre de 2008

Un paisaje amenazado

Desgraciadamente las estepas son quizás el paisaje ibérico más desconocido y despreciado. Son innumerables los ejemplos de parajes esteparios que han desaparecido totalmente o sufren un grave deterioro como consecuencia de su abandono, menosprecio o intento de transformación en otro paisaje "más vivo, más útil, o más bello".

Lecturas recomendadas

Tras un larguísimo vacío editorial, en los últimos años han comenzado a publicarse estudios y algunas guías de sumo interés gracias a la iniciativa de expertos y organizaciones conservacionistas. Destacamos para los profanos, por su originalidad y rigor:

- Las estepas del valle del Ebro, de Eduardo Viñuales. Ed. Ibercaja
- Guía de la flora de la depresión del Ebro, de Javier Puente. Ed CPNAragón
- Ecología de los Monegros, de Cesar Pedrocchi. Ed Instituto de estudios altoaragoneses.
- El paisaje vegetal en el entorno de la reserva ornitologica El Planerón, de Luis A. Longares, Edita CPNAragón.
- Las estepas de Aragón, de Federico Sancho. Nº 40 de la colección Rutas CAI. Ed. Prames.

Direcciones de interés

Entre las páginas de internet, podemos recomendar las siguientes:
http://www.estepas.org/
http://www.sekano.org/
http://www.elplaneron.org/
http://www.ansararagon.com/

Parameras de Alfambra

Duración: 6 h (en coche)
Equipo aconsejado: protección solar o ropa de abrigo, prismáticos
Época recomendada: primavera

A) Partiendo de Teruel por la N420 dirección Alcañiz, y tras abandonar los tollos de arcilla y yeso que flanquean el tramo final del rio Alfambra, la carretera asciende suavemente hasta alcanzar los 1000m de altitud en Fuentes Labradas, donde todavía se conservan antiguos sabinares sobre peñas calizas. Mas adelante, llegando a Perales de Alfambra, estas desaparecen y dan lugar a extensas llanuras onduladas, con cultivos de cereal en las vaguadas arcillosas y páramos sobre altozanos o donde aflora la costra caliza. A partir de este punto podemos recorrer la ZEPA de Campo Visiedo (17.000 Has) entre Visiedo y Fuentes Calientes, con interesantes poblaciones de aves. Si seguimos por la N420 podemos tomar un desvío al Este, que nos conduce a la Reserva Ornitológica del Mas de Cirujeda. Siguiendo hacia Alcañiz, en Cañada Vellida nos desviamos a Galve para visitar su interesante conjunto paleontológico, para regresar a Teruel pasando por Aguilar de Alfambra, Ababuj y El Pobo. Poco después, nos detendremos en el puerto de Cabigordo, a 1600m de altitud, donde podemos pasear por unas parameras magnificas de sabina rastrera.

B) Partiendo de Teruel por la A-226 pasamos por Corbalán y ascendemos vertiginosamente hasta el puerto de Cabigordo, a 1600 m de altitud, donde podemos pasear disfrutando por una magnifica paramera de sabina rastrera. Poco después un desvío a la izquierda por una estrecha carretera permite subir hasta el Castelfrío (1756m) cumbre de la Sierra del Pobo, y llegar a Escorihuela, desde donde podemos descender entre bellos sabinares sobre calizas, cruzar el río y llegar a la localidad de Alfambra. Entre ésta población y Perales de Alfambra, extensas llanuras onduladas con cultivos de cereal en las vaguadas arcillosas y páramos sobre altozanos o donde aflora la costra caliza constituyen la ZEPA de Campo Visiedo (17.000 Has) que podemos recorrer entre Visiedo y Fuentes Calientes, con interesantes poblaciones de aves y plantas. Si seguimos por la N420 podemos tomar un desvío al Este, que nos conduce a la Reserva Ornitológica del Mas de Cirujeda. Siguiendo hacia Alcañiz, en Cañada Vellida podemos desviamos a Galve para visitar su interesante conjunto paleontológico o regresar de nuevo por la N420 hasta Teruel.

Nota: Debido a la gran altitud, las temperaturas descienden rápidamente al caer la noche, y en invierno son frecuentes las heladas muy intensas.

Montes de Alfajarín, Saso de Osera y Saladas de Bujaraloz

Duración: 5 h (en coche)
Equipo aconsejado: protección solar o ropa de abrigo, prismáticos
Época recomendada: primavera y otoño

Desde Zaragoza por la N-II o la AP-2 llegamos a Alfajarín, al pié de un impresionante escarpe de yesos, del que descienden algunos barrancos. El acceso al castillo y viejo casino nos permite explorarlo con mayor detenimiento, observando la flora y fauna propia de estos cortados y de las estepas que hay sobre ellos.
Continuamos viaje hasta Osera, tomando la carretera CV-8 en dirección a Monegrillo, con el fin de explorar a 2 km del cruce el denominado “Saso de Osera”, un paraje estepario bien conservado y declarado Lugar de Interés Comunitario por su riqueza botánica, por lo que merece la pena dar un pequeño paseo hasta la cima. En este paraje habita la Alarba (Krascheninnikovia ceratoides), planta muy escasa cuyas poblaciones más cercanas se encuentran en Marruecos y las estepas turcas de Anatolia, llegando incluso hasta Mongolia.
Regresando a la N-II llegamos hasta Bujaraloz para tomar la A-2105 hacia Sástago. Pasado el km 7 y después de una curva es visible la laguna salada de “La Playa” y las ruinas de un gran edificio, al que podemos acceder por un camino a la izquierda. En este punto ponemos iniciar la exploración de las antiguas balsas donde se extraía el agua y explotaba la sal, así como las ricas comunidades de plantas halófilas como Microcnemum coralloides y Suaeda vera, entre otras.

En algunas balsas existen pequeños invertebrados acuáticos endémicos. La “Artemia partenogenética” es un crustáceo rosado muy abundante y bien adaptado a la elevada salinidad.

Itinerarios y rutas

La Lomaza y el Planerón de Belchite

Duración: 4 h (en coche)
Equipo aconsejado: protección solar o ropa de abrigo, prismáticos
Época recomendada: primavera y otoño

Desde Zaragoza salimos por la carretera N232 y pasado El Burgo de Ebro nos desviamos por la A222 dirección a Belchite. Al comenzar el descenso del cerro de los Santos (426m) en una larga recta, podemos parar en el aparcamiento de entrada al Refugio de Fauna Silvestre de La Lomaza, espacio protegido que ocupa la cima del “cabezo de los dineros”, con típica vegetación sobre yesos y buenas poblaciones de aves. Al llegar a Belchite recomendamos visitar el “Centro de Interpretación de las Estepas del Valle del Ebro” instalado junto al museo etnológico de esta localidad.
Regresamos a la A222 y desde la gasolinera tomamos una pequeña carretera local en dirección a Quinto de Ebro. Tras pasar Codo, abandonamos el magnifico olivar y encontramos los observatorios instalados junto a pequeñas balsas de agua dulce, pobladas por denso carrizo y aneas. Al cruzar los prados de Codo y el Valdelopín (vaguada de los lobos), contemplamos un valioso tamarizal y comunidades de plantas halófilas (amantes de la sal).
Poco después dos señales nos indican que algunos caminos se introducen en la Reserva de El Planerón, que ocupa los terrenos arcillosos y margosos al pié del Cabezo de los dineros y otras muelas próximas. De nuevo y avanzando un poco más en la carretera de Quinto de Ebro, un aparcamiento-mirador permite hacer un pequeño itinerario a pié en el que reconocer las plantas y animalillos más frecuentes, e incluso explorar una antigua paridera restaurada.

En 1992 la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) creó en El Planerón de Belchite, por suscripción pública y con financiación europea, la primera reserva esteparia de nuestro país. Actualmente tiene más de 700 has de superficie.

Recomendaciones para descubrir y disfrutar la estepa

Aunque en Aragón hay muchas zonas esteparias de interés y podemos disfrutar de ellas en cualquier época del año, es recomendable para los no iniciados aprovechar los meses primaverales y el otoño. En estos periodos las plantas se encuentran más exuberantes, con mayor abundancia de flores reconocibles, mientras los animales son más activos y confiados. Los amantes de la fotografía también encontrarán paisajes con tonos intensos, contrastados, y luces más calidas, sobre todo al atardecer.

Antes de salir de viaje hay que preparar cuidadosamente el recorrido y el equipo, sin olvidar lo indispensable ni llevar elementos inservibles y probablemente molestos. Siempre es útil consultar previamente en libros de rutas o en Internet, visitar museos o centros de interpretación existentes y consultar a los guías locales sobre los aspectos más interesantes, itinerarios idóneos según nuestros intereses, precauciones o normativa legal… Recuerda que la recolección de los animales y plantas silvestres requiere autorización, así como el tránsito por ciertas zonas protegidas.

En terrenos arcillosos los caminos se tornan impracticables durante varios días después de las lluvias, hasta que se secan de nuevo. Estas pueden ser ocasionalmente de carácter torrencial e inundar completamente pequeñas vaguadas y depresiones. En invierno el frío y viento pueden ser muy intensos, siendo imprescindible llevar buena protección en manos, pies y cabeza. Por el contrario, en verano las altas temperaturas obligan a llevar una buena provisión de agua, gorra y protección solar, evitando las horas centrales del día. Es preferible utilizar botas ligeras o al menos calzado cerrado para prevenir picaduras, pinchazos o cortes, y torceduras.

En estaciones calidas y cerca de balsas o lagunas es conveniente usar loción repelente contra las picaduras de los mosquitos, pues éstos pueden ser muy prolíficos y molestos. Al anochecer llevar linterna y extremar las precauciones para evitar perdernos o caer por taludes escarpados o agujeros. Además, algunos animales son más activos al ocaso, especialmente arañas, escorpiones, víboras, sapos y mamíferos, a los que podemos sorprender sobre carreteras y caminos, teniendo mucho cuidado de no pisarlos o que nos den algún susto desagradable, ya que algunos no dudarán en picar o morder para protegerse.

La observación de las aves exige caminar pausadamente, escrutando el paisaje regularmente con la ayuda de prismáticos y prestar mucha atención a los cantos que emiten en vuelo o posadas sobre pequeños promontorios. Casi siempre es preferible aprovechar las primeras horas de la mañana o últimas de la tarde, sobre todo en periodos cálidos. Ante la falta de agua en la mayor parte del territorio, las balsas y puntos de agua permanente también pueden ser un buen observatorio, siempre que nos mantengamos bien ocultos y en silencio.

Para el estudio y determinación de especies de flores y pequeños animalillos puede resultar muy útil llevar unas pinzas largas y lupa de 6 u 8 aumentos, así como la opción “macro” de la cámara de fotos. Si levantamos piedras en busca de invertebrados, evitaremos dañarlos o aplastarlos, y dejaremos las piedras en la misma posición para que siga proporcionando el húmedo y fresco refugio que necesitan.

En caso de observar cualquier alteración o agresión al paisaje, la flora o fauna, no dudes en comunicarlo inmediatamente llamando al Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Tfno: 062), o a Protección Civil (Tfno emergencias: 112), así como a las organizaciones ecologistas de tu localidad.

Las cuatro estaciones

Primavera: La llegada de las primeras lluvias a finales de marzo producen en pocas semanas un estallido de vida y color, tan sorprendente como efímero. Con la elevación de las temperaturas las calandrias, terreras y cogujadas disgregan sus bandos e inundan el ambiente con sus trinos. Insectos, flores, sapos y culebras despiertan de su letargo y dedican todas sus energías a crecer y procrear. En pocos días el campo se llena de saltamontes, orugas, topillos… y todos los depredadores grandes o chicos aprovechan la bonanza para sacar adelante sus retoños. La estación avanza deprisa, las temperaturas ascienden considerablemente y las gangas, ortegas u otras aves deben desplazarse cada vez más lejos para dar de beber a sus polluelos, mientras miles de renacuajos atrapados en charcas y aljibes compiten por completar su metamorfosis antes de que el agua se convierta en duro barro.

Verano:
Altas temperaturas y ausencia de agua aceleran el marchitamiento de la vegetación. Los rebaños trashumantes se marcharon, en camiones, hacia los frescos pastos pirenaicos. Las flores se han transformado en duras semillas que muchos animalillos se afanan en recoger. Es un periodo de dura competencia y muchos jóvenes animalillos servirán de alimento a otros que también pugnan por sobrevivir. Solo las lagartijas y acorazados escarabajos se atreven a pasear sobre el suelo ardiente del mediodía, mientras casi todos los demás seres permanecen escondidos entre las matas o bajo las rocas. Las aves son muy activas en las primeras y ultimas horas de la jornada, mientras que los anfibios, mamíferos, arañas y otros animalillos aprovechan el frescor y la humedad de la noche.

Otoño:
Las primeras lluvias marcan una segunda primavera en la estepa. Florece el sisallo y muchas plantas y líquenes recuperan su lozanía. Los sapos se reúnen de nuevo y abandonan su letargo bajo el barro seco. El cernícalo primilla y los abejarucos se marcharon hacia África a pasar el invierno, los cardadores se aparean, vuelan algunas mariposas, y los topillos y conejos intentan sacar adelante nueva descendencia aprovechando este periodo en el que la competencia no es tan intensa. Las semillas caídas sirven de alimento o son almacenadas por algunos para resistir el invierno.

Invierno: El agua no abunda, pero tampoco escasea, y la vegetación soporta bien los primeros fríos. Han regresado algunos rebaños desde las montañas, y también algunas aves norteñas, como el chorlito carambolo. Los alcaravanes, calandrias, terreras, gangas y ortegas cambian de comportamiento y se reúnen a dormir o buscar alimento en grandes bandos. En diciembre, y sobre todo en Enero y Febrero sopla con fuerza el Cierzo y se producen intensas heladas que provocan algunas bajas, sobre todo entre aves y pequeños mamíferos. En los días de intensa niebla algunos animales taciturnos se atreven a deambular durante el día en busca de semillas, raíces u otro alimento.

La huella del hombre


El hombre es un viejo amigo de la estepa aragonesa. No en vano hay restos de su presencia en todo el valle del Ebro desde época prehistórica, seguramente de pueblos nómadas, cazadores y recolectores. La tradición ganadera de los actuales rebaños de oveja rasa aragonesa, tan característica de nuestros secanos, se remonta posiblemente a varios miles de años, si bien fue durante la edad media cuando sufrió un mayor impulso, al promulgarse algunos privilegios reales que permitían a los ganaderos montañeses pastar en la estepa durante el invierno. Elementos íntimamente ligados al paisaje estepario son las humildes parideras, así como los aljibes y balsas, todavía abundantes en muchas comarcas, aunque en un lamentable deterioro.

La agricultura también llegó a estas áridas tierras desde época prerromana, aunque sin duda siempre tuvo un carácter marginal, relegada por limitaciones técnicas y ambientales a las tierras próximas a los pueblos. El único sistema de aprovechamiento posible durante siglos ha sido el denominado de año y vez, es decir, cultivar un año y dejar en barbecho uno o dos años, para que la tierra recuperase la humedad y los nutrientes. En la actualidad, gracias a la potencia de los tractores y al aliciente de las subvenciones europeas, los cultivos se han extendido a zonas vírgenes, obteniendo siempre unos rendimientos escasísimos, aunque de gran calidad que actualmente se intenta poner en valor con producciones ecológicas.

Un aprovechamiento tradicional e importante en muchas localidades, que ya se ha perdido por escasa rentabilidad y mano de obra, era la recolección del albardín o esparto, utilizado para elaborar cuerdas, alpargatas, serones, capazos y cenachos, e incluso papel.

A pesar de la distancia y del paso del tiempo, la forma de vida en la estepa aragonesa comparte con otras estepas del mundo el valor de la austeridad, la adaptación, por exigencia del medio a los ciclos de lluvias y sequías. Toda una cultura del agua, de canalización, almacenaje y dosificación para ganados y cultivos, transmitida por pueblos bereberes que llegaron y se asentaron en nuestra región, permitió impulsar la economía y el crecimiento de la población mediante aprovechamientos que han sido la base de nuestra economía hasta mediados del siglo XX.

Las aves de la estepa

Las aves que habitan la estepa aragonesa, a pesar de su reducido número en relación a otros ecosistemas, presentan unas características y comportamiento muy interesante, así como algunas de las mejores poblaciones de toda su área de distribución. Esta llega en unos casos hasta zonas semiáridas del Norte de África, mientras que otras son más propias de las estepas centroeuropeas, hoy casi desaparecidas. Todas ellas poseen un plumaje bastante críptico, de modo que pueden pasar casi desapercibidas mientras deambulan o permanecen agazapadas entre la vegetación o en sus nidos terrestres.

En primavera, época de celo para muchas aves, las de mayor porte como avutardas y sisones realizan el cortejo en el suelo, pavoneándose o dando llamativos saltos los machos ante las hembras. Por su parte, las pequeñas calandrias, cogujadas y terreras (de la familia de las alaudidas), suplen la ausencia de arbolado emitiendo en vuelo sus bellos cantos de reclamo. Las gangas ibéricas y ortegas poseen un plumaje especial en el pecho que les permite transportar agua desde charcas hasta sus lejanos nidos, para darles de beber a sus polluelos. La alondra Ricotí, más conocida en Aragón como “Rocín” se comporta más bien como un pequeño correcaminos que sólo es detectada cuando emite su inconfundible canto en los páramos y zonas esteparias mejor conservadas. El Alcaraván, cuyo agudo sonido nos acompañará durante las noches estivales, es un ave de la familia de los limícolos que sin embargo es frecuente en las llanuras cerealistas, así como los diurnos aguiluchos cenizo y pálido, que nidifican en medio de los sembrados. También son frecuentes, aunque en menor número, la chova piquirroja, la collalba rubia, el mochuelo, y los cernícalos vulgar y primilla sobre todo en zonas pedregosas, cantiles y viejas construcciones.

Fauna terrestre y taciturna

La escasa cobertura que proporciona la vegetación y el fuerte viento dominante favorece a las especies animales de hábitos predominantemente terrestres, destacando los invertebrados.

Entre los vertebrados, tan solo faltan los peces ya que no hay cursos de agua permanente en las estepas de Aragón, a excepción de los barrancos salinos de La Valcuerna y Liberola, al SurEste de Monegros. Sin embargo abundan los anfibios, especialmente los sapos corredor, común y partero, sobre todo en las proximidades de balsas estacionales o aljibes, donde acuden para reproducirse por las noches. Los reptiles tienen hábitos diurnos y apetencia por terrenos soleados y pedregosos, siendo frecuentes las lagartijas colirroja, colilarga y cenicienta, el lagarto ocelado y las culebras de escalera y lisa. En los altos páramos podemos encontrar las lagartijas ibérica, roquera y serrana, y la temida víbora hocicuda.

Entre los mamíferos destacan los pequeños roedores, como el topillo, que sufre importantes fluctuaciones en sus poblaciones, así como conejos y liebres pueden ser abundantes localmente algunos años, a pesar de la fuerte presión por parte de los cazadores. El zorro y el jabalí también recorren de noche la estepa, dejando señas de su presencia en forma de excrementos junto a senderos.

Formas de vida vegetal

Las plantas esteparias poseen adaptaciones morfológicas y fisiológicas que les permiten sobrevivir en unas condiciones ambientales poco generosas. Predomina por ello la austeridad como estilo de vida, es decir, pocas exigencias de agua y nutrientes, tejidos protectores para evitar la evaporación, defensas ante los herbívoros…

Algunas especies son oportunistas, de vida efímera, desarrollando su ciclo vital a un ritmo vertiginoso exclusivamente durante los años y estaciones más favorables. Entre las adaptaciones abundan las hojas diminutas, bien semisecas o bien con acumulación de agua y sales, o con sustancias aromáticas volátiles, tacto áspero, recubiertas de pilosidad o pequeñas espinas, y las que utilizan el viento como medio de polinización y diseminación de sus semillas, las raíces pivotantes o extensivas para aprovechar los escasos recursos, o pequeños bulbos enterrados en los que almacenar agua durante los periodos secos.

Juntas pero no revueltas.

Dependiendo del tipo de sustrato encontramos diversas asociaciones de las especies vegetales mejor adaptadas a éste.
· Aljezares y cabezos, donde aflora o predomina el yeso: son frecuentes varios tomillos (Thymus sp), albada (Gypsophila struthium), jarilla (Helianthemum squamatum), Herniaria fruticulosa, asnallo (Ononis tridentata), etc.
· Zonas de limos: predomina el albardín o esparto de Aragón (Lygeum spartum), formando densas comunidades que cubren vales y laderas en las que el viento deposita el fino sedimento.
· Lagunas saladas: Las especies forman orlas concentricas, según aumenta la proximidad al agua y a la sal, que sólo es tolerada por algunas especialistas como las Salicornias (Salicornia sp, Artrochnemum sp, Microcnemum sp), Frankenia pulverulenta, Limonium sp, Sosas (Suaeda vera y Atriplex halimus), Tamariz…
· Zonas de cultivo y caminos: plantas de rápida dispersión, pinchudas o resistentes al ganado, exigentes en nitrógeno, como la aromática ontina (artemisia herba-alba), el sisallo (Salsola vermiculata), capitana (Salsola kali), alharma (Peganum armala), gamoncillo (Asphodelus fistulosus), escoba (Retama sphaerocarpa).
· Altos páramos: predominan gramineas y arbustos porte bajo y almohadillado como el enebro (Juniperus communis), escaramujo (Rosa canina), cambrón (Genista pumila) y erizón (Erinacea anthyllis), entre otras.

Las estepas de Aragón

Las estepas de Aragón son representativas de este ecosistema en el valle del Ebro, y según se desprende de los últimos estudios realizados a partir del polen fosilizado, su distribución actual en la mayor parte de Aragón, así como en algunas zonas del Sureste Peninsular, ha permanecido constante al menos durante los últimos dos millones de años, desde el final del periodo Mioceno (Era Terciaria), por lo que puede considerarse el paisaje más antiguo de nuestra región.

En España también hay actualmente otras zonas esteparias, como las dehesas abiertas, campiñas y llanuras cerealistas de Andalucía, Extremadura y Castilla, con interesantes poblaciones de aves esteparias, aunque en muchos casos se trata de bosques y matorral mediterráneos que fueron transformados progresivamente en pastizales o campos de cultivo.

Otro caso peculiar son los páramos de la Cordillera Ibérica, paisaje resultante de la destrucción de antiguos sabinares y carrascales que, al situarse sobre rocas calizas a 1000 m de altitud y estar sometido a un clima muy riguroso, impide la regeneración natural del bosque. Las parameras turolenses ocupan extensas zonas y poseen hoy un gran valor científico, cultural y paisajístico.

Un relieve cambiante. El clima mediterráneo continental y semiárido, predominante en las zonas esteparias del valle del Ebro actúa desigualmente sobre los yesos, margas, calizas y arcillas que constituyen estos terrenos, favoreciendo el desarrollo de ciertas formas de erosión características. De este modo intensas lluvias ocasionales socavan las arcillas y margas formando profundos surcos y barrancos, o arrastran rocas y barro en láminas de agua que discurren por las suaves pendientes. El fuerte viento (Cierzo) también excava pequeñas depresiones alargadas en la dirección dominante, y socava la base de promontorios rocosos. Incluso el intenso frío invernal contribuye a fragmentar las rocas, al congelarse el agua que pudiera impregnar su interior.

Así, las zonas de roca caliza, más duras y resistentes a la erosión, forman relieves más elevados, de cima plana, denominados “muelas”, mientras que las vaguadas que descienden de ellas se rellenan de fino limo formando fértiles “vales” de fondo plano. El agua de lluvia disuelve las abundantes sales de estos terrenos, acumulándose en zonas llanas u hondonadas dando origen a las “saladas”, lagunas estacionales de agua salobre.

¿Qué son las estepas?

Aunque poseen rasgos peculiares y distintivos en cada zona, todas las estepas del mundo se caracterizan por su relieve llano o suavemente ondulado, temperaturas extremas, precipitaciones escasas e irregulares, y una vegetación arbustiva o herbácea bien adaptada que sirve de sustento a numerosos organismos, principalmente de hábitos terrestres. Estos ecosistemas se encuentran bien representados en los cinco continentes, ocupando generalmente regiones interiores o privadas de la influencia marina. En todas ellas vive el hombre desde tiempo inmemorial, desarrollando una cultura propia y formas de vida muy austeras.

A pesar de su aparente simplicidad, las estepas no son uniformes y encierran una gran biodiversidad, con una flora y fauna de sumo interés, y numerosas especies endémicas o exclusivas de ciertos ambientes y localidades. Son muy vulnerables a las graves alteraciones provocadas por el hombre, sobre todo en épocas recientes, por lo que sus animales y vegetales se encuentran entre los más amenazados de extinción en todo el planeta.

Prólogo

Descubrir y amar la estepa está al alcance de todos, pues se trata de uno de los ecosistemas más extensos, característicos y representativos de la Península Ibérica. Te invitamos a recorrer sus paisajes infinitos, a sentir el perfume embriagador de sus flores o la fugaz explosión de colores y diminutas formas de vida, a deleitarte con el canto de las aves, o explorar el rastro del hombre en esta tierra.